Que levante la mano la persona que se sienta 100% libre de su móvil. Seguramente, serán los menos. A mí me encantaría poder ser uno de ellos, pero no es así, especialmente por trabajo me siento bastante atada a él.
Reconozco que, como todo tienes sus aspectos positivos y negativos. ¿Dónde o cuándo surge el problema? En el momento en el que vemos que existe cierta dependencia y como cualquier adicción, genera ansiedad.
Cuando el hecho de olvidártelo en casa o pasar unos días sin él conlleva malestar, inquietud, nerviosismo y consideramos que estamos en una situación de desamparo. Esto a los que hemos vivido sin móvil no nos ocurre de manera tan acentuada, sin embargo, observo que generaciones más jóvenes (¡qué mayor me hace sentir esta expresión!), creen que no se puede llevar una vida “normal” sin este artilugio. Es más, no nos creen cuando les decimos que quedábamos en un sitio y allí teníamos que estar, que si alguien se retrasaba ya se buscaría la vida y sería capaz de encontrar al resto de amigos, puesto que lo habitual era tener unas costumbres como cuadrilla.
Personalmente, observo que uno de los factores que mayor estrés genera con relación al móvil es la sensación de sentirse controlado por el entorno, de la poca privacidad y libertad que nos da el “estar en línea”. La exigencia del entorno por saber de más, ya que pueden estar al tanto de si estás o no disponible, pero puede no ser real, puede ser que has podido mirar un segundo tu móvil sin tener tiempo de responder inmediatamente y esto, es algo habitual. ¿Qué genera? Conflictos absurdos tanto familiares, como de amigos, como de parejas… conflictos que antes de las nuevas tecnologías no existían, conflictos que podríamos evitar si utilizáramos maquinarias tan valiosas como son los móviles con sentido común, porque lo que veo que nos falta en muchísimas ocasiones, es el sentido común que es eclipsado por la locura del aquí y ahora que ansiamos. Hoy día la comunicación es inmediata, con las cartas de antaño, nuestros amigos lejanos se enteraran de nuestras noticias al cabo de unos días, y además no sabíamos cuándo les había llegado con exactitud, lo que hacíamos era esperar pacientemente, o lo más que se podía a que nos contestaran, ahora no, ahora es ahora. Y esa impaciencia, es un predictor de ansiedad, es decir, es más probable padecer ansiedad cuanto menor sea tu capacidad para tolerar la frustración que genera esperar a que te contesten, porque señores, el que una persona no te haya respondido al cabo de 6 horas, no significa que no te tenga en cuenta, que no seas importante en su vida, que se hace el duro, no, significa que su vida está ocupada con más cosas y que ha considerado que puede demorar su contestación.
De manera que qué os parece de cara a prevenir la temida y habitual ansiedad, ¿empezar a utilizar el sentido común cuando nos comuniquemos a través de mensajes instantáneos?
Irene Tobías
Psicóloga Centro Integral de Psicología Ongizate